Nacida cuando el movimiento del teatro independiente no había tomado aún carta de naturaleza, Primer Acto ejerció, en sus primeros años, una importante función documental sobre la escena española de la época, a la vez que sirvió de caja de resonancia a los primeros signos del cambio que comenzaba a manifestarse tímidamente desde principios de la década de los cincuenta. Y, al mismo tiempo, se propuso y consiguió poner al alcance de quienes ejercían la profesión, y de quienes aspiraban a construir una profesión nueva desde nuevos supuestos, un impresionante bagaje textual y teórico.
Gracias a Primer Acto se dio a conocer en nuestro país la obra de autores que ya eran en aquel momento, o lo han sido con el transcurso de los años, piezas fundamentales de la dramaturgia contemporánea: una simple ojeada a los fondos de la colección genera, aún hoy, una sensación de asombro y plenitud, semejante a la que podríamos percibir al entrar en la mejor biblioteca especializada. Y no sólo textos: gracias a Primer Acto se tomó contacto con otras realidades escénicas, con otras maneras de entender la praxis teatral y se abrió la puerta a otras sensibilidades, a la vez que se facilitaba a los profesionales un espacio de libertad y de debate, hasta entonces desconocido. Primer Acto fue también un eficaz instrumento de aproximación a la realidad teatral latinoamericana, ámbito de actuación y de intercambio que se ha visto ampliado en los últimos años, con la incorporación de la revista a las actividades del IITM. Y si todo ello ha sido posible, se debe en gran medida al entusiasmo de sus distintos equipos de redacción, y al esfuerzo y la dedicación de José Monleón, que ha sido, a lo largo de todos estos años, su eje vertebrador, y su animador más incansable. Y una última consideración: destacar el interés demostrado por Primer Acto desde sus inicios por el teatro realizado en las otras lenguas habladas en el Estado español, informando puntualmente sobre montajes, y facilitando el conocimiento de los textos más relevantes producidos en dichas lenguas, algo de lo que, por mi condición de autor radicado en la periferia, puedo dar cumplido testimonio.
* Rodolf Sirera es dramaturgo