Revista Primer Acto

ENCENDER LAS CALLES, por Irene Herráez

Ojalá ver las calles arder.

Subir a una colina y observar este mundo que se acaba.

Llorar de la rabia, llorar de asco

y de pena y de placer

ante la inmensidad de un fuego enorme.

Ojalá escribir un texto alegre y luminoso. Qué hay más luminoso que las llamas.

Ojalá la esperanza.

La tengo, en realidad. Si no, para qué crear nada. Para qué juntar palabras

sino para el cambio o la ilusión o el disfrute.

¿Cómo se encienden las calles?

¿Cómo seguir andando

hacia un abismo climático (qué poco sexy, o qué sexy),

entre metrallas y bombas (¿sexy?)

y garrulos brazo en alto (‘sexy for too many’)?

Yo qué sé. Pero camino. Vamos.

 

El empedrado de casi dos mil años está erosionado. En toda la ciudad las marcas dejadas por las ruedas de los carros son las venas vacías de un lugar (en otro tiempo) vivo. Detenido por el fuego. Por el calor. Tragedia que hoy recreamos con audioguía.

Pompeya es un parque temático: asiáticas posando en figuras imposibles, trajes regionales, familias riendo como turistas que se hacen selfies en monumentos por las víctimas de un genocidio, en otro lugar. Los paralelismos mentales son inevitables. Proyectar, bilocarse, sentir el alma desdoblarse en trocitos que se dispersan y viajan a tiempos y espacios. ¿Cómo se habla de arte cuando pararse a pensar duele tanto? ¿Desde qué lugar de privilegio abro esta boca, estos dedos, para mentar incendios? ¿Cómo invitar a nadie a que lea de amores, rotos, pasiones digamos burgueses, digamos creativos, digamos blancos si no hay paz[1]? Cómo hacer que el teatro traiga cambio. Justicia. Lucha. Amor. El gran tema, supongo.

Qué es una erupción sino un incendio de piedras. Qué es una ciudad sino piedras juntas, muchas piedras. Qué es una casa que se abandona, qué es un cuarto que se avasalla, qué es un hogar del que te sacan. Qué es sentirte ajena, qué es no estar. Casi nunca. Sin gritos, a veces con ruido, en silencio. Silencio. Estamos cansadas. No hay ilusión, parece. [Otra que vive de la sopa boba y que se queja.] No hay queja. Gastamos tanto en quejas. La ‘dramaturgia del es que’, dice Itziar Pascual. No sé si el arte quema. Si el teatro enciende.

 

Pero ojalá ver las calles arder.

Un incendio de revolución alegre.

Anticiparse y ser nosotras el volcán.

Me gustaría unirnos y vernos aquí,

allí,

haciendo lo nuestro

rojo púrpura y azul

φοῖνιξ

fénix

fuego nuevo.

Y juntas.

[1] Cómo se escribe la palabra paz. Qué significa, tan manoseada.