Revista Primer Acto

Mísera de mí

 

La Travesía de Laura que incluimos ahora debería haber aparecido publicada en el número 360. Glups! La subimos ahora a este blog para que, libre del papel, podáis leerla todos aquellos y aquellas que queráis.

por Laura Rubio Galletero

Me gustaría escribir algo que sacudiera estas páginas y las abrasara de extremo a extremo, como una línea de lava atravesando un glaciar.

Si por descuido o sorpresa estas palabras te frenan y suspendieran tu aliento, te ruego: ¡Espera!

Me gustaría ensuciarte los ojos y arrancarte una imagen que huela a alacena, y a sótano humedecido.

Puedo hacer un juego de manos. ¡Tachán! Mira, un océano, en verdad solo hay arena.

Me gustaría tanto… descansar.

Pero me revuelco en lo injusto que es pandemia, que es teatro y también, maternidad.

Céntrate que nadie llora. Escribe, no está llorando.

Cumple con las expectativas, deja la culpa a un lado. El pilates puede esperar.

Voy a escribir un texto demoledor en cuanto duerma seis horas.

Voy a vengar a mis antepasados en cuanto le cambie el pañal.

Voy a entregarme performativamente. ¡Cuidado con el enchufe!

Llamaré a las cosas por su nombre después del bañito.

Desmontaré los mitos clásicos y no se volverán a montar. Deja que le dé la teta.

Mañana iré a los estrenos. Hoy ya estoy en duermevela.

Aplaudo, con el gesto de los sordos. Me empapo de Instagram. Leo a Lidell y Alba Padró. Y pienso: ¿Qué revolución es posible sin el cuerpo de las madres?

Sin cuerpos que han sangrado expuestos ante otros ojos. Cuerpo narrador de historias, cuerpos sabios.

Hemos echado a las madres del teatro. Las vemos aun sin verlas: Muertas o locas, ausentes o pobres. Presas del sueño eterno, el sueño de la castidad. Mentira sobre mentira.

Y la mentira mayor, negar por tres el propio vientre para poder trabajar. Acepta cualquier encargo, recuerda de lo que vienes, no sabes lo que vendrá. En dos días encajo el plan. A la vuelta, retomamos. Entraré en el pantalón.

El mayor sueño es pequeño, si lo encarna una mujer.

En el parto estalla la vida y en el postparto la realidad. Las esquirlas al caer brillan, y su brillo oculta el dolor.

Devolved la escena a las madres, no a las ideas. Mostrad un cuerpo gestante, qué mejor arte viva. Sacad al cuerpo que ha gestado con sus dos ausencias presentes: el hijo que tuvo y la mujer que fue. Pedidle que hable. La lucidez prende al borde del desvelo.

Pregunto: ¿Tuvo madre Segismundo? ¿En qué prisión la encerraron?  ¿Qué delito cometió/ contra vosotros pariendo?/ Aunque si parió, ya entiendo/ qué delito ha cometido.

Lo intento. Lo he intentado. Escribir a lo vivo y soñar.

Yo sueño que estoy aquí/ destas prisiones cargado/

y soñé…

¿Sigues ahí, al otro lado?

Te aviso, voy a gritar.

Gritaré “Madre”.

No respondas, por favor: A ti te encontré en la calle.

¡Madre!

Silencio.

¿Madre?

Con tinta mancho el espejo.

¿No parieron los demás?/ No. Si los demás parieron/ Insisto de nuevo, no/ ¿qué privilegios tuvieron/ que yo no gocé jamás?

¿Quién habla por boca mía?

¿Quién va a ser? Hablo yo.

¿Tú? Yo, la recién parida.

La que lee a Calderón.

La que piensa, piensa, piensa…

¿Quién cuida a quien da cuidados? ¿Qué teatro legamos a los que están por venir?

¿Será el porvenir cuidado?

Despierta, así es la vida.

Más quisiera yo dormir.

¡Ay, mísera de mí!